sábado, 22 de marzo de 2008

A casa no vuelven

Diáspora, triste palabra que nos hace pensar en pueblos oprimidos y tiempos bíblicos, en presentes imposibles, inciertos futuros…y en Cádiz, nuestro querido terruño. No hay invasores que quieran acabar con nosotros, tan sólo nos persiguen la miseria, la falta de ilusión y la ausencia de porvenir más allá del enchufe, del PER, del chapuz o del trabajo de mierda en el que entrarás cobrando 600 euros al mes, y del que saldrás dentro de 30 años cobrando 800, si es que no te echan antes. Y gracias. Peones, albañiles y limpiadores, estos son los empleos estrella de una provincia que se quedó atascada en el fango del atraso mucho antes de que llegara cualquiera de las famosas modernizaciones que, de todas maneras, nunca llegaron. Miles de jóvenes condenados a vivir del trabajo, de la pensión, de las inversiones o del ahorro de sus mayores, resignados a elegir entre dos alternativas: vivir con sus padres en lugar de con sus hijos, o marchar para poder ganarse el sustento y así tener una existencia digna, aunque sea lejos, aunque tengan que decir adiós a sus familias y a sus amigos, a sus costumbres y a sus paisajes amados. No importa, siempre podrán, al menos, volver a casa por Navidad.

¡Pleno empleo!, llevan años prometiendo los que se vanaglorian de que estemos como estamos, pero siempre lo prometen para mañana, “lo mejor está por llegar” repiten sin cesar mientras nosotros, imbéciles, sin cesar les creemos. No es moderna nuestra tierra porque no es moderna nuestra mente. Avanzamos, sí, pero tan despacio que cada vez están más lejos los demás. Y seguimos entregando nuestra confianza a los asustaviejas de la política, a los que viven de la mentira. Pero sería injusto no decirlo: sólo engañan a quien gustosamente se deja engañar; muchos piensan, resignados, que tenemos lo que nos merecemos; quizá sea esa la clave de todo. Somos una tierra rica y trabajadora, pero también conformista y poco preparada.

“Mi abuelo emigró, yo emigro, mi hijo emigrará”, así reza una pintada en la valla de Astilleros. El que la hizo se olvidó de nombrar a sus nietos, ¿a dónde irán ellos? Un cuarto de millón de gaditanos ha tenido que dejarnos; 250.000, se dice pronto. En España, hoy día, sólo el éxodo de los vascos es comparable. Nosotros por el pan, ellos por el plomo. Ni para ellos ni para nosotros se presenta un futuro dulce y colorido. Pero no importa, nadie se debe preocupar, ¿acaso no han oído el mensaje?: lo mejor está por llegar.

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La Voz, Jerez, 23 de marzo de 2008. Llega la primavera, aunque el crudo invierno laboral es permanente para muchos.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Agridulce resultado al leer la columna: dulce por la composición, amargo por el contenido. Desgraciadamente, prevalece esto último. A pesar de todo, mi humilde enhorabuena por la columna. Me ha parecido de las mejores y de las más sentidas.

Nadie dijo...

Desde la moderna Andalucía, gracias, Mafd