viernes, 12 de octubre de 2007

El afilador


EL AFILADOR
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Extraños e insondables son los caminos de la memoria humana, desván en el que duermen los recuerdos hasta que un aroma, una imagen o un sonido los despiertan para que vuelvan al presente como amables o ingratos fantasmas hace tiempo olvidados. Paseas por la calle absorto en la normalidad de tu vida cuando, de repente, una melodía del pasado llega a tus oídos. Pero no se queda en ellos, como la mayoría, sino que te penetra hasta lo más hondo del ser, y alcanza los retazos de la infancia acumulados en el fondo del baúl, demasiado lleno, de tu existencia. Empiezas a recordar. El segundero continúa avanzando hacia el destino inexorable, pero la magia hace que el tiempo frene, se detenga, y dé marcha atrás desafiando las leyes del universo en el único lugar libre de su yugo eterno: el cerebro del hombre. Suena la musiquilla de la flauta del afilador, la misma que sonaba hace treinta años en el jardín de tu niñez: “ta-ra-ra-ra-riii, ti-ra-ra-ra-ra”, y estás de nuevo en la casa de tus padres, asomado a la ventana y mirando al viejo con la boina calada, incipiente barba canosa, piel curtida, y las piedras de afilar acopladas a su viejísimo ciclomotor. Quieres ver saltar chispas, que tienen vida propia, y estás deseando que las mujeres empiecen a salir de sus casas con cuchillos y tijeras. Ahora sabes que durante una temporada los filos de casa volverán a cortar, aunque el tosco tratamiento sea para ellos más una mutilación que un afilado.

“Ta-ra-ra-ra-riii, ti-ra-ra-ra-ra”…ya no eres un niño, quizá tú mismo llevas uno entre los brazos, y aún así buscas ansioso el origen de la música, deseando ver de nuevo al viejo y sus enseres. Pero es una moderna furgoneta lo que ves, ocupada por un hombre joven sin ninguna flauta entre las manos, pues lo que suena es una grabación. No hay motivos para ello, pero te sientes mal, como si te hubieran engañado; ya no hay magia. Ni siquiera sabes cómo sobrevive el moderno afilador en lugares donde la mayoría de la gente se compra un cuchillo nuevo cuando el viejo ya no corta. Sin embargo, ahí está. ¿Será nieto del viejo?

La furgoneta pasa mientras se esfuma el instante en el que has tenido en tus manos dos épocas al mismo tiempo, aquélla en la que aún creías que el futuro sería mejor, y esta en la que luchas contra ti mismo para no abandonarte a la idea contraria. Por un momento, la melancolía se ha instalado en tu espíritu, pero ya es hora de zarandearlo para que deje de distraerse y vuelva a mirar a donde debe y como debe. Porque sabes que no viniste al mundo para lamentarte. Mientras se entornan las ventanas de la memoria, a lo lejos se pierde un susurro: “Ta-ra-ra-ra-riii…”
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La Voz, Jerez, 14 de octubre de 2007
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He buscado, como siempre, la foto para adornar el texto tras haberlo escrito, y en esta ocasión me he asustado al descubrir cómo se parecen mis recuerdos a la imagen hallada. Casi siempre la memoria deforma la realidad, pero parece que no ha sido así esta vez.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Un consejo, amigo Pep, me gustan mucho, muchísimo tus columnas cuando se retiran del apestoso mundo de la política. Es decir, la del afilador me ha encantado, y no sólo por su contenido, también por lo bien que te ha salido, literariamente hablando. Me quito el sombrero, o la boina del afilador.
Me gustaría añadir de todas formas que esa musiquilla todavía se oye en su versión rústica y original en los veranos de la costa oeste del Puerto de Santa María, donde el afilador parece haberse colado por alguna máquina del tiempo oculta. Es el afilador de antaño, el mismo, aunque en un entorno muy diferente al que podemor recordar de nuestra infancia. Viva el afilador, el honrado y el estafador. No se me olvida cuando mi madre me encargó afilar unas tijeras y el sinvergüenza me cobró quinientas pesetas de hace casi treinta años...

E. G-Máiquez dijo...

Espléndido artículo, sí señor. Muy bien escrito. Gran imagen final la de las ventanas de la memoria entornándose. En cuanto alguien se meta con mi aforismo de hoy, le digo que es así como están las cosas en la prensa, pero que mi ideal es también esto que tú haces hoy.

Nadie dijo...

Mikele, ojalá pudiera escribir este tipo de columnas todas las semanas, pero la inspiración llega cuando llega y, además, no siempre me pilla "trabajando". De todas maneras, las columnas cercanas al apestoso mundo de la política no creo que me salgan mal, simplemente apestan porque hablan sobre un mundo apestoso.
Y una cosa, amigo, yo diría que del de las 500 pesetas de hace treinta años bien se pudo retirar con el negocio que hizo contigo. Por cierto, ¿cómo llevabas 500 pesetas en el bolsillo?
No me puedo creer que el genuino afilador todavía exista en El Puerto. Alucinante.

Gracias Enrique, lo que hay que hacer, creo, es dar caña a los políticos, y tomarselos a coña también, pero sin que se den cuenta porque lo que ellos quieren en realidad es que nos los tomemos a coña para seguir viviendo del cuento.

Anónimo dijo...

Cuando llamé a mi madre por la ventana para decirle que me lanzara las quinientas pesetas la respuesta fue clara: "¡¿Cómo?! ¡Que se quede con las tijeras!"... Y efectivamente así sucedió.
Y sí, por la zona de El Ancla aún se pasea el afilador original todos los veranos.
Y otra cosa, tus columnas políticas te salen muy bien, no he dicho yo lo contrario, pero no me gustan tanto como ésta del afilador u otras que se alejan del tufillo político.
Tal vez es porque como te he dicho tantas veces te falta ironía y te sobra provocación. Pero bueno, esto ya lo hemos debatido en comentarios anteriores.