No es que vaya de columnista maldito, mártir de la letra o sufridor de la tecla, pero la verdad es que admiro bastante a quienes tienen facilidad para despachar columnas como churros; en realidad admiro a los que las despachan como crujientes y ricos churros con chocolate, porque a los que se limitan a hacer un churro, más que admiración les profeso algo de envidia por tomarse tan a la ligera lo que a mí me causa tantos desvelos. Yo imagino que lo que sucede es que aprovechan para ir escribiendo mientras están en el cuarto de baño, y claro, luego pasa lo que pasa, que se equivocan y tiran por el retrete lo que tenían que haber mandado a la redacción, y mandan a la redacción el chocolate que tenían que haber dejado caer por el retrete.
Lo cierto es que vuelves conduciendo a casa, cansado del trabajo (porque la mayoría de los columnistas tenemos que ir a currar para ganarnos el pan, como todo hijo de vecino), deseando irte a dar un paseo, ponerte a leer, o acaso ver la tele un rato para asesinar unos miles de neuronas. Pero no, no puedes; cuando llegues, tendrás que ponerte con las tareas del hogar, a cual más tediosa (particular misterio tiene la generación espontánea de pelusas, uno de los grandes enigmas universales), y luego le robarás horas al sueño para poder escribir la columna. Sin embargo, lo peor es que aún no se te ha ocurrido nada. Tu cerebro está formateado, la musa de vacaciones, la inspiración en huelga, y envidias, ahora sí, a esos colegas que nunca tienen sequía cuando de escribir se trata (al contrario que tú, que ya eres todo un experto en trasvases de emergencia). Pero una vez más, como los superhéroes que siempre aparecen en el último momento, la musa se manifiesta, esta vez vestida de catetada mamarrachenta, de horterada paleta, de cutrez bajuna…de muñeco gigante de Michelín adornando una rotonda jerezana. Por un momento te pellizcas y piensas “este tipo de bodrios, ¿no era marca de la casa del periodo pachequil?” Pues no, parece que son más inmatables las malas costumbres que sus instauradores. A lo mejor es que la marca Michelín ha pagado un dineral al Ayuntamiento a cambio de plantarnos su muñecote en mitad de la vía porque, si se han dejado poner el fantoche gratis, es pa´matarlos a michelinazos. En fin que, como ven, todo sigue más o menos igual que siempre, así que disfruten mucho de la motorada los que quieran quedarse, sufran poco los que no puedan irse, y disculpen todos si esta columna les ha parecido…un churro.
Lo cierto es que vuelves conduciendo a casa, cansado del trabajo (porque la mayoría de los columnistas tenemos que ir a currar para ganarnos el pan, como todo hijo de vecino), deseando irte a dar un paseo, ponerte a leer, o acaso ver la tele un rato para asesinar unos miles de neuronas. Pero no, no puedes; cuando llegues, tendrás que ponerte con las tareas del hogar, a cual más tediosa (particular misterio tiene la generación espontánea de pelusas, uno de los grandes enigmas universales), y luego le robarás horas al sueño para poder escribir la columna. Sin embargo, lo peor es que aún no se te ha ocurrido nada. Tu cerebro está formateado, la musa de vacaciones, la inspiración en huelga, y envidias, ahora sí, a esos colegas que nunca tienen sequía cuando de escribir se trata (al contrario que tú, que ya eres todo un experto en trasvases de emergencia). Pero una vez más, como los superhéroes que siempre aparecen en el último momento, la musa se manifiesta, esta vez vestida de catetada mamarrachenta, de horterada paleta, de cutrez bajuna…de muñeco gigante de Michelín adornando una rotonda jerezana. Por un momento te pellizcas y piensas “este tipo de bodrios, ¿no era marca de la casa del periodo pachequil?” Pues no, parece que son más inmatables las malas costumbres que sus instauradores. A lo mejor es que la marca Michelín ha pagado un dineral al Ayuntamiento a cambio de plantarnos su muñecote en mitad de la vía porque, si se han dejado poner el fantoche gratis, es pa´matarlos a michelinazos. En fin que, como ven, todo sigue más o menos igual que siempre, así que disfruten mucho de la motorada los que quieran quedarse, sufran poco los que no puedan irse, y disculpen todos si esta columna les ha parecido…un churro.
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La Voz, Jerez, 30 de marzo de 2008. ¿Puede aclarar algún miembro del Ayuntamiento si Michelín ha pagado a cambio de que su muñeco estropee (un poco más) la ciudad?
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Postdata: Ya no hace falta la aclaración. He averiguado que el muñeco se ha puesto a cambio de una aportación de 600.000 euros que Michelín hizo hace un porrón de años al "Speed Festival" que nunca se construyó. Es decir, 600.000 euros que Pachecone se fundiría en cualquier gilipollez en no más de diez minutos, y un mamarracho con el que ahora tenemos que convivir "forever and ever" los jerezanos. ¡Si por lo menos el acuerdo hubiera sido con una marca de lencería fina en vez de una de neumáticos!
5 comentarios:
Un churro con sabrosísimo chocolate. Umm. Una pena que hayas tenido que pagar el peaje a la actualidad jerezana y meter al michelín ése, pero son las cosas del oficio este nuestro. La parte sobre la sequía del articulista, magistral.
Metacolumnismo escatológico, lo podríamos llamar, ¿no?
Te acabo de poner la foto del muñeco para que juzgues por ti mismo.
Un abrazo
¡¡Joder!!. Yo suelo quejarme porque en Villalba nuestro alcalde es un "costumbrista" convencido y se ha doctorado en la construcción de rotondas "temáticas" dedicadas a los oficios y tradiciones populares de la sierra, .... ¡pero lo vuestro es de nota!
PD: Visto por la tele, el mundial de motociclismo es apasionante, pero supongo que para los Jerezanos debe ser como una mala pesadilla que estaréis deseando que pase cuanto antes. En fin, paciencia, que no hay mal que 100 años dure (¿ZP?)
Zp no necesita 100 años, con 10 le sobra para hundirnos a todos.
A ver cómo se comportan los cafres en Jerez este año. El año pasado la cosa ya mejoró un poco (gracias al Ayuntamiento, hay que decirlo, que por fin se puso un poco serio-sólo un poquito, no mucho-), que siga la tendencia.
55.000 motos llegarán a Jerez (200.000 habitantes) en las próximas horas...
¡SOCORROOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO!
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