Aunque ya lo sabemos casi todo y estamos curados de espantos, todavía hay en el mundo cosas difíciles de comprender para la gente normal, y no me refiero a los principios matemáticos que rigen el universo, al misterio de la Santísima Trinidad, ni a que aún existan adeptos al comunismo; tampoco a que los políticos puedan mentir, manipular y arruinar vidas con impunidad, mientras los (pocos) hombres libres que se atreven a desenmascararlos acaban en el banquillo de los acusados. De lo que hablo es de la perniciosa actitud de premiar al inútil, al fracasado, al que nos lleva al abismo, y castigar a quien trabaja bien, triunfa y nos da esperanza. Podremos no comprender por qué pasa pero, siendo nuestro deporte nacional el que es, no nos sorprende. Un ejemplo, hablando de deporte, es la situación de los seleccionadores nacionales de fútbol y baloncesto: el uno acostumbra a fracasar estrepitosamente, destaca por su falta de humildad, y llama la atención por los incumplimientos de la palabra dada. ¿Consecuencia? Es mantenido en el puesto por sus superiores, tan inútiles y caraduras como él mismo. El otro, en cambio, ha conseguido éxitos inimaginables para el deporte español, destaca por su pundonor, y logró que nos sintiéramos orgullosos del equipo tanto en la victoria como en la derrota. ¿Consecuencia? Se lo agradecen con una patada en el culo, acompañada de injurias. Como siempre, Spain is different.
El caso del Jerez Deportivo también es curioso. En él se mezclan lo deportivo, lo empresarial y lo político, resultando un gazpacho que se nos indigesta, cómo no, a los ciudadanos. El equipo ha hecho el ridículo durante gran parte de la temporada, y cuando empieza a hacer su trabajo aceptablemente, unos empresarios-reyesmagos premian a los jugadores con 125.000 euros (más de un millón de pesetas por cabeza) por ganar un partido, como si ello excediera sus obligaciones contractuales y fuera algo parecido a echar horas extra. ¿Acaso sin el “incentivo” se hubieran esforzado menos? Y los empresarios, ¿regalan el dinero por la cara, o también tienen “incentivos”?, ¿incentivos municipales, quizá? Porque, a todo esto, ¿qué pinta Sánchez dedicando un mes de su tiempo al plan de futuro del Jerez? Algún día la Alcaldesa deberá comprender que su misión es levantar una ciudad hundida, y no cogestionar un club privado y tirar en él nuestro dinero. Mientras el paro y el descontento social no dejan de crecer, Sánchez se dedica a contarnos sus fantasías, sus “jugadas maestras”, y a sacar de la chistera un conejo tras otro a un ritmo que desafía a la velocidad de la luz. Estamos tan aburridos de su show, que ya podría darle la vuelta al numerito de la chistera de vez en cuando. Eso sí que sería un espectáculo digno de verse.
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