MAFD dijo:
"Únicamente apuntar, una vez más, mi disconformidad con el tema de la pena de muerte, y perdonad que insista en ello, pero es que en ese extremo sí me gusta ser muy beligerante, es decir, creo que hay que diferenciarse nítidamente de ellos. Más allá de que sus muertes sean "ilegales" y las del Estado sean "legales", lo trascendente es que al cabo son muertes ambas y por lo tanto dolorosísimas en todo caso.
No recuerdo en qué película (podría ser "Sin Perdón") se dice que cuando matas a un hombre le quitas no únicamente todo lo que tiene, sino incluso lo que podría llegar a ser... Creo que es cierto. Y quiero que la diferencia fundamental entre ellos y nosotros sea esa: YO NO SOY COMO ÉL. YO NO LO HAGO".
Siento seguir con este tema, mafd, pero quiero aclarar, en la medida de lo posible, mi opinión:
¿Qué castigo justo se le podría haber impuesto a Adolf Hitler o a Stalin o a Pol Pot? No lo hay. La monstruosidad de sus crímenes es tan grande que no hay justicia humana que pueda castigarlos (y te recuerdo que yo soy ateo). Si acaso, aplicándoles mil veces el peor de los suplicios que hicieron sufrir a sus víctimas, se podría conseguir que sus crímenes recibieran un castigo acorde con su inhumanidad, aunque esto sí que nos rebajaría a su nivel, y cuenta con el inconveniente de que habría que encontrar un monstruo que se prestase a llevarlo a cabo. Sin duda, la ejecución no es ni suficiente ni proporcionada, pero no podemos hacer nada más.
La justicia sólo es un acto de reparación simbólica. Hacemos justicia para tranquilizarnos con la idea de que el mundo es un lugar donde impera un cierto sentido del orden y para evitar el "ojo por ojo". Pero la justicia real es imposible. Nadie devolverá la vida de las personas asesinadas ni privará del dolor a sus familiares y amigos.
Nuestro sistema jurídico se basa en el principio de que el criminal no debe ser castigado, sino reeducado para que pueda convertirse en una persona útil a la sociedad. Parte de los ideales de la Ilustración, basados en la eficacia de la educación y la utilidad social (totalmente desfasados, por cierto, ya que no admite la posibilidad de que exista este tipo de monstruos que no admiten reeducación alguna). Sin embargo nuestro ordenamiento jurídico les concede una segunda oportunidad. Ninguno podrá pasar más de treinta años en la cárcel, aunque no se hayan arrepentido de nada de lo que hicieron. ¿Es eso justo? ¿Existe una reciprocidad entre el delito cometido y la pena recibida? Sin duda, no.
Tú tienes la impresión de que sólo la cadena perpetua podría hacer justicia en estos casos, con el gran inconveniente de tener que gastar cantidades ingentes de dinero procedente de contribuyentes honrados (entre los que se encuentran los asesinados y sus familiares) en alimentar y proporcionar a estas alimañas unas condiciones de bienestar de por vida, teniendo que sufrir la apología de lo que hicieron, animando a otros a continuar sus acciones, a brindar con champán cuando vuelven a asesinar, etc.
Quizás, si no tuviese otra alternativa me conformaría con la cadena perpetua con trabajos forzados (obligarles a construir algo por el bien común aunque ello no sea comparable con lo que han destruido), pero ni una sóla concesión más. No se lo merecen.
Aunque sigo pensando que, sin duda, una bala es mejor solución... y más barata.
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6 comentarios:
Pero esto se parece demasiado a lo que escribió ayer Eduardo Jordá para los diarios del Grupo Joly, ¿no? Aunque en realidad se trata sólo de una mala lectura, porque, por ejemplo, Jordá habla de la ley del talión como un avance... En fin.
Pues sí que se parece, Paolo. Yo diría que Kaiser se ha "inspirado" en la columna del señor Jordá para escribir lo que ha escrito...
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He consultado con Kaiser y, efectivamente, confirma que sus letras están basadas en las de Jordá. Las prisas le impidieron especificarlo en su entrada.
Efectivamente, paolo, me he basado (y mucho) en la columna de ayer de Eduardo Jordá, a pesar de no compartir sus conclusiones. De hecho, al principio plasmé entrecomilladas partes completas de su texto, para luego analizarlas.
Después, y dado que yo quería llegar a una conclusión distinta, modifiqué varias frases y a la principal le cambié el sentido para que dijese exactamente lo contrario de lo orginalmente escrito. Después de eso, no me quedó más remedio que quitar el entrecomillado.
Y finalmente, lo acorté todo (aquí me tachan de hacer textos muy largos) y llegué a la conclusión que me interesaba defender.
Mi gran error, por el que pido disculpas, ha sido que la frase en la que hacía referencia al texto de Eduardo Jordá se me ha quedado fuera al copiar y pegar. Podría haberlo subsanado fácilmente al leer tu comentario, pero me hubiese visto obligado a eliminarlo, lo que no me parece justo. Y menos aún cuando viene a demostrar que no sólo los habituales nos leen, lo cual me alegra enormemente.
Gracias pues por tu aportación y saludos cordiales.
Kaiser:
Justamente en el segundo párrafo de tu exposición está mi respuesta. Es decir, es preciamente mi condición de católico la que me impide la aceptación de la pena de muerte. Yo sí creo en la Justicia Divina y no creo que nadie aquí pueda disponer libremente de la vida de los demás.
Ello es precisamente un pilar fundamental para poder argumentar sin contradicciones personales contra prácticas como el aborto o la eutanasia.
Kaiser:
Por otra parte, y pese a que te aprecio muy de veras (desde los primeros comentarios en la antigua "acadaunolosuyo"), en este caso no puedo por menos que lamentar profundamente las referencias al coste económico de una determinada pena, y que tus preferencias puedan decantarse por una (pena de muerte) u otra (cadena perpetua) en función de cual es más gravosa al contribuyente.
"Aunque sigo pensando que, sin duda, una bala es mejor solución... y más barata."
Hay frases que definen perfectamente a quien las escribe
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