domingo, 16 de diciembre de 2007

Divorcio sangriento


Para que un matrimonio conviva dignamente y en paz, debe existir un mínimo equilibro entre sus componentes. Sucede a veces que uno de los miembros es excesivamente dominante, cree poseer la verdad absoluta y termina anulando al otro. Llegados a este punto se está a un paso de la humillación permanente y de la violencia física. Tanto se le repite al dominado lo malo que es, que acaba creyéndoselo y casi agradeciendo que se le zurre de vez en cuando. La infidelidad pasa a ser algo comprensible, pues el avasallador de puertas para adentro se hace la víctima de puertas afuera. En casos extremos corre la sangre.

Haciendo un símil entre ese tipo de matrimonios y la vida política española, podríamos decir que el Partido Socialista, en el papel de “macho ibérico”, tiene totalmente asustado y acomplejado al Partido Popular, habiendo logrado que se sienta culpable de todos los males que en el mundo han sido. A fuerza de repetir eslóganes vacíos pero efectivos, los socialistas han inyectado en el imaginario colectivo la idea de que ellos, y sólo ellos, representan la democracia, y por tanto aquello que contravenga sus designios es fascismo. Cada vez que se ven en la peligrosa situación de tener que argumentar y razonar, se sacan un poquito de “memoria histórica” del bolsillo, y aquí no ha pasado nada. Ahondando en el símil, diríamos que la prole indefensa ve cómo papá se gasta el jornal en parrandas con furcias nacionalistas, mientras la cobarde de mamá llora en casa por haber perdido la escaramuza de la propaganda, en lugar de plantear la batalla de las ideas y los principios.

Este es el más grave problema que amenaza a nuestra inmadura y ya decadente democracia. Y lo peor es que, conforme pasan los años, la situación se va tornando más oscura, contaminada y peligrosa. Porque el problema no es tanto que papá se vaya de putas (total, no es el primero ni será el último que lo haga), sino que se va con unas que, además de feas, le roban la cartera, le ponen bombas en la casapuerta, y le escupen en la cara mientras le insultan. Tentados estaríamos de pensar que a nuestro obrero le va el rollito masoquista, pero lo suyo es, más bien, sadismo, pues el dinero que lleva ni siquiera es suyo, las bombas casi siempre estallan cuando pasa un vecino, y el escupitajo y los insultos impactan en quienes están a su alrededor. Lo cierto es que la pobre familia está aterrada, ya no aguanta más, y en su desesperación se plantea el divorcio para dentro de unos meses. No sería extraño, sin embargo, que los muy ilusos acabaran dando otra última oportunidad al maltratador. ¡Ay!, ¿tendrán que estar en la tumba para aprender que ese tipo de seres nunca se redime?
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La Voz, Jerez, 16 de diciembre de 2007

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Chapeau!

Anónimo dijo...

Me parece brillante la columna por las analogías y similitudes que planteas, pero, o mucho me equivoco, o vas a levantar algunas ampollas (he dicho am...)

Es decir, creo que hay algunos colectivos a los que creo que esas comparaciones que estableces (socialistas / maltratadores; populares / maltratadas) no les va a hacer nada de gracia...

... Lógicamente, a los que no creo que guste tu comparación es a los maltratadores y maltratadas, ¿o qué creías?

Ray dijo...

Fantástico símil. ¡Y no es repetido!