sábado, 3 de mayo de 2008

Balance de la Feria


La Feria es imprevisible como la vida misma; puede que no te apetezca demasiado, que esperes aburrirte, pero al final casi siempre vuelves a casa pensando “menos mal que vine”. La Feria es como el Carnaval: puedes hacer y decir cosas que no harías ni dirías en otros momentos, y hablar e intimar con gente que en otras circunstancias te volvería la cara. Es una hipocresía, pero aceptamos las reglas y, en general, disfrutamos jugando; ¿se puede pedir más?

Como la Feria no me gusta demasiado, ya el sábado pasado me planté allí para disfrutar del inconmensurable pregón de Jesús Soto en La Voz, gracias al cual mis alforjas mentales quedaron rellenas de flamenco, toros, caballos y vino para los próximos 8 ó 10 años. El domingo me conformé con ver los fuegos artificiales desde la azotea, así que el lunes fui con energías renovadas, y estuve con mi archirival del Rincón Malillo, Pepe Berasaluce, que me presentó a una alta carga socialista de la política provincial. La buena mujer empezó diciéndome que yo era demasiado de la derechona; para ser la primera vez que hablábamos, no estuvo mal. Suerte que Pepe salió en mi defensa diciendo que soy un facha talibán. Yo, maleducado de mí, les dije que “fachas somos los que nos atrevemos a llevar la contraria a los progres”, y no les hizo gracia, pero como ya éramos íntimos, insistieron en que me fuera con ellos a otra caseta. El martes, Eugenio Camacho me invitó a su minitertulia televisiva, y allí conocí a uno del PP al que no le va muy bien en la política; resulta que le gusta pensar y opinar libremente, así que el muy tonto está arruinando su futuro en el partido. En La Voz pasé un buen rato con otros columnistas (Asencio, Cáceres, Cosano, Mora, Parra…), y Javier Benítez me presentó a la Alcaldesa, que estuvo encantada de conocerme y me dijo que la tengo (institucionalmente, supongo) para lo que quiera; cuando quise pedirle un trabajo en el Ayuntamiento, ya había desaparecido.

El jueves me dediqué a observar a la gente y pensar en las desventuras que hay detrás de cada sonriente chinita que vende luces de colores. Mientras las ambulancias no paraban de entrar y salir, supongo que para evacuar a los heridos por arma blanca, calculé cómo sube cada año la proporción de chusma hijaputa. El viernes pasé en coche por los aledaños del recinto y los cristales temblaron por el ruido, así que decidí ser bueno con mis tímpanos y me fui a cenar al Puerto; y como ya no está uno para muchos trotes y además tenía que escribir esto, el día de ayer se lo dejé a los de fuera y a los que nunca tienen hartura. Así, descansadito, he llegado al final, de modo que espero verles hoy en el Real para despedir hasta el año que viene a nuestra luminosa, divertida, peligrosa, carísima y estruendosa Feria del Caballo.
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La Voz, Jerez, domingo 4 de abril de 2008

2 comentarios:

E. G-Máiquez dijo...

Un buen resumen, con momentos de traca, como lo de la alcaldesa, o lo del pregón. Abrazo, maestro.

Nadie dijo...

Un abrazo, Enrique.