Se acabaron los JJ.OO. de Pekín (¿qué diablos es Beijing?), y no sólo han sido los más espectaculares y grandiosos de la historia, sino que difícilmente serán superados en el futuro. Sin embargo, más allá de organizaciones perfectas, instalaciones maravillosas y retransmisiones televisivas falseadas y preciosas, lo que en verdad se ha demostrado espectacular y grandioso es el poder de China; un poder inabarcable, creciente y temible, al que nadie, absolutamente nadie entre los poderosos, se atreve a rechistar. Porque una cosa es oír a los representantes del “mundo libre” mentar la democracia por aquí, los derechos humanos por allá, y el Tíbet por acullá para contentar a sus masas de votantes, y otra muy distinta es verlos en el “nido de pájaro”, firmes como reclutas, rendidos a la potencia inevitable; Merkel, Sarkozy, Bush…¡qué pena! Aunque, siendo pragmáticos, entendemos su actitud: si no se puede parar a los chinos, ¿para qué enfadarlos? Más allá de la propaganda, los valores en el mundo de la alta política han muerto; ¡viva China!, ¡viva Rusia!
En 2012 Londres tomará el relevo de Pekín, y los ingleses, que ya olvidaron su pasado imperial y ahora son prácticos y realistas, han admitido que será imposible superar los cuentos chinos, así que ni lo van a intentar, y lo que harán será sustituir la enormidad asiática por un estilo propio, original y divertido; muy british; y muy inteligente. Ni ellos ni nadie deberían sentirse avergonzados por no poder superar el listón amarillo, pues no existe otro país en la Tierra en el que un régimen corrupto y repugnante tenga a su disposición recursos económicos ilimitados y más de mil millones de personas para usar a voluntad. Cuestión aparte es por qué se permite que los Juegos sean organizados por países contrarios a la libertad y al espíritu olímpico (si es que eso existe), y para responderla habría que volver al final del primer párrafo. En todo caso, no es ninguna novedad: baste recordar al osito Misha, si bien en aquél tiempo hubo países con dignidad suficiente como para no acudir a glorificar al sangriento imperio soviético. ¿Que no se deben mezclar el deporte y la política?, ¡pero si unos JJ.OO. son precisamente la más alta expresión de eso! ¿Acaso no se ha consentido, por medio del deporte, que una pesadilla política se exhiba como un sueño placentero?
En cuanto a los resultados deportivos de nuestro país, han sido decepcionantes. Un deportista puede tener mala suerte, pero 282 deportistas no. Lo mejor para aclararse es comparar nuestras 18 medallas con las 40 de Francia, las 28 de Italia, o los increíbles 19 oros de Gran Bretaña. Y si nos centramos en el atletismo, hablar de fracaso sería quedarse muy corto; como casi todo y casi siempre en España, otra vez será.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
1 comentario:
Así es, muy acertado el artículo: es imposible separar deporte (de élite, claro) y política.
A China no es que nadie se le atreva a toserle, es que no conviene: se acaban de unir al capitalismo, es el mayor mercado del mundo. ¿O es que sigue habiendo necios que siguen creyendo que cuando los atlantistas dicen "democracia" se refieren a democracia real? Hablan de políticas neoliberales, esos son los mínimos para sacar a un país del eje del mal. Un ejemplo: Los JJOO de Pekín no sólo no han servido para mejorar los DDHH en China, sino que ahora, gracias a (entre otros)sobre todo Google, Beijing se ha convertido en una ciudad policial, como muy bien describe la preclara Naomi Klein en su magnífico artículo "Los JJ.OO. de Pekín: presentando el Estado Policial 2.0". (Muy recomendable).
Hagan juego.
Fdo.: Intrascendente
Publicar un comentario