Han pasado seis años, y no son pocos los que piensan que ya se ha recordado suficientemente, que no merecen más memoria los que murieron aquél día ni lo que murió aquél día. Les hieren los actos públicos, les duele que nos duela. Seguramente preferirían festividades que celebraran que no falló la puntería aérea de Mohammed Atta y sus camaradas. Eso sí que se podría celebrar eternamente, al igual que muchas otras cosas. Porque se pueden sacar de la tumba a tantos muertos (color rojo) de la Guerra civil como sean necesarios; se podrá aplaudir la caída de Saigón durante 1.000 años; se seguirá sometiendo a juicio al espantapájaros de Cristóbal Colón en Hispanoamérica durante otros cinco siglos; Se llorará, si hace falta durante 1.492 años, que los Reyes Católicos culminaran la Reconquista de España; hasta la caída del Muro podrá seguirse celebrando durante décadas con la boca pequeña (en el fondo, la sienten). Pero, ¿recordar con tristeza a los 3.000 muertos de las Torres Gemelas? No, amigo, eso no: han pasado seis años de aquello, y les revienta que haya gente que siga llorando. Y eso que ellos también lloraron aquél día en el que el mundo cambió, pero claro, fue de alegría. ¿Tengo que decirles sus nombres? No, no hace falta. Están en todas partes y ustedes les leen a ellos igual que me leen a mí. Algunos disimulan, hacen piruetas dialécticas imposibles, pero se les nota. Les traiciona el sentimiento.
Hubo y hay horribles tragedias en el mundo, y muchas más que habrá mientras el ser humano pise la tierra. Pero sólo está mal visto el lamento por una de ellas. Pueden ustedes organizar manifestaciones por los motivos más peregrinos, pero no se les ocurra proponer una en Bruselas para pedir un minuto de silencio en memoria de las víctimas del 11-S, porque la prohibirá el alcalde por “motivos de seguridad”. Hasta los propios americanos han dado este año un “perfil bajo” a la conmemoración, será que algunos olvidaron ya cómo era el perfil de las Torres. Incluso han querido vetar a Giuliani, el que era alcalde de Nueva York aquél día. Motivos de seguridad, cálculos políticos, desprecio a las víctimas… me suena. De todos modos, como dice un bombero neoyorquino: “Este es un país libre, el que no quiera homenajear, que no lo haga”. No hace falta que los miserables celebren nada, tan sólo que nos dejen recordar en paz.
La batalla por el mundo continúa y, por suerte para nosotros, en algo debió fallar el gran teórico de la guerra, Von Clausewitz, cuando dijo que “la clave de la victoria es anular la voluntad de combate del enemigo”. Si así fuera, ya sólo habría chilabas y burkas en nuestras tiendas de moda.
Hubo y hay horribles tragedias en el mundo, y muchas más que habrá mientras el ser humano pise la tierra. Pero sólo está mal visto el lamento por una de ellas. Pueden ustedes organizar manifestaciones por los motivos más peregrinos, pero no se les ocurra proponer una en Bruselas para pedir un minuto de silencio en memoria de las víctimas del 11-S, porque la prohibirá el alcalde por “motivos de seguridad”. Hasta los propios americanos han dado este año un “perfil bajo” a la conmemoración, será que algunos olvidaron ya cómo era el perfil de las Torres. Incluso han querido vetar a Giuliani, el que era alcalde de Nueva York aquél día. Motivos de seguridad, cálculos políticos, desprecio a las víctimas… me suena. De todos modos, como dice un bombero neoyorquino: “Este es un país libre, el que no quiera homenajear, que no lo haga”. No hace falta que los miserables celebren nada, tan sólo que nos dejen recordar en paz.
La batalla por el mundo continúa y, por suerte para nosotros, en algo debió fallar el gran teórico de la guerra, Von Clausewitz, cuando dijo que “la clave de la victoria es anular la voluntad de combate del enemigo”. Si así fuera, ya sólo habría chilabas y burkas en nuestras tiendas de moda.
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La Voz, Jerez, 16 de septiembre de 2007
3 comentarios:
Hace unos meses leí el último libro de Julia Navarro, "La Sangre de los Inocentes". El libro en sí es bastante normalito. Es el típico libro que mezcla episodios históricos con acontecimientos contemporáneos, y más concretamente con una conspiración terrorista actual.
Lo que tiene de bueno es que describe, a mi modo de ver muy acertadamente, ese "papanatismo" de la sociedad occidental hacia el fanatismo islamista que nos amenaza y como se escudan en la "alianza de civilizaciones" promovida por nuestro iluminado "presi" para ocultar sus verdaderas intenciones de destrucción y aniquilamiento.
Igualmente interesante me parece la descripción que la autora realiza en el libro acerca de la intolerancia y violencia que los varones islámicos ejercen contra aquellas mujeres de sus familias que quieren "occidentalizarse": estremecedor.
Por cierto, ahora que hablo de nuestro queridísimo ZP: Ya sabeis porqué España cayó ayer con Rusia en el Europeo de baloncesto ¿no?, bastaba con echar una mirada al palco....
Eso mismo pensé yo cuando vi a Zp en el pabellón: España está perdida...¡Vaya tío gafe!
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